Ya se ha abierto el enlace sur de la AP7 con la N332 que evitará el paso por el casco urbano de Oliva de una ingente cantidad de vehículos, sobre todo pesados.
Es una magnífica noticia, aunque el diseño final de la infraestructura deja mucho por resolver. Desgraciadamente, en Oliva, hay bastantes antecedentes de estas grandes obras poco respetuosas con su territorio.
La A7 destrozó varias montañas que han cambiado su perfil y paisaje para siempre. Con unos cuantos túneles se hubiera podido evitar.
La reciente conexión norte de la AP7 con la N332, al liberar el peaje, ha supuesto el corte de dos caminos históricos, uno de ellos milenario, como la Via romana o Camí Vell de Xàtiva. También se podía evitar, con otra rotonda, por ejemplo.
La conexión sur ha cortado el Camí Vell de Dénia y el Camí Vell de Pego, ambos muy usados como caminos rurales, y por numerosos ciclistas e incluso paseantes. Encima no resuelve los accesos al polígono industrial adjunto. Todo ello era evitable con mejor trazado, seguramente más económico. También es un atentado paisajístico y medioambiental de primer orden.
¿Por qué nuestras autoridades locales, incluso provinciales, han consentido estos desmanes? ¿Por qué sus equipos técnicos no se han negado a avalarlos? ¿Para qué sirven los estudios de impacto ambiental? ¿Y los informes de movilidad sostenible?
En fin un organigrama administrativo-político-técnico imbatible: nadie es responsable de las chapuzas que han destrozado nuestro territorio, seguramente de forma irreparable.