domingo, 26 de agosto de 2018

lazos amarillos


El lazo amarillo, símbolo para la libertad de los políticos catalanes encarcelados, se va convirtiendo, cada vez más, en el estigma que marca a las personas: o eres de los míos, o vas contra mí.
En el mundo occidental, tan apegado a clasificar y "normalizar" los sentimientos y opiniones, ha sido tradicional el resaltar con una señal o símbolo externo, una opinión o sentimiento respecto de un acontecimiento: manos blancas frente a los terroristas, el símbolo femenino frente a los machistas, etc. Esto suele durar unos días, todo lo más alguna semana.
En cuanto la marca queda fija por meses o años, y, aún más, cuando esta marca se quiere imponer al resto de la sociedad, entonces estamos ante otro tipo de simbolismo: ya no sólo manifestar mi desacuerdo con el encarcelamiento de los políticos, sino que además quiero resaltar a aquellas personas que piensan como yo y, sobre todo, a los que no lo hacen. Así, hemos pasado de una manifestación puntual, a otra que se parece más a las que los nazis imponían a los judíos: hemos de ver claramente quiénes son de los nuestros y quiénes no lo son.
Precisamente una de las grandes conquistas de los tiempos, en occidente, ha sido el derecho a la intimidad, a la protección de mis datos o características que me identifican: nombre, DNI, religión, opinión política... Para algunos, como viene pasando durante todo el "procès", el fin justifica los medios, y, si para conseguirlo hemos de MARCAR, como corderos, a las personas, pues bien venido sea. Una muestra más del retroceso que todo este proceso está suponiendo en la sociedad catalana.
Joan Miquel Garcia
Agosto 2018