Sigue la Conselleria empeñada en el proyecto de prolongación
de la CV-60, pues considera que es una infraestructura inacabada y fundamental
para conectar La Safor (principalmente Gandia, y su puerto) con las comarcas
centrales valencianas (Vall d’Albaida, Comtat, Alcoià, la Costera…) y con las
centrales estatales (Almansa, Albacete, Madrid…). Nadie duda de que es una
infraestructura mal resuelta y que los argumentos son de peso, sobre todo
económico.
Pero también es indudable el valor medioambiental que aún conserva el centro de la comarca de La Safor, el punto en donde más municipios pequeños se colindan y confunden: Potries, Beniarjó, Beniflà, Almoines, Rafelcofer, Bellreguard…, por lo que los daños colaterales, medioambientales y de movilidad interna de la comarca, serían enormes.
Lamentablemente, no se ha puesto el mismo interés en dar valor a estos últimos, y mejorarlos, en aras de un (tan cacareado) desarrollo sostenible. Si entendemos La Safor como una gran conurbación, en donde conviven más de 170.000 personas, con una densidad de población superior a 400 hab/km², distribuida en pequeños barrios separados por magníficas zonas verdes, que incluso se cultivan, entonces comprenderemos el porqué es imposible atravesarla con otra autopista de gran capacidad. Ello sería impensable en cualquier ciudad de tamaño medio como el descrito, para cualquier urbanista y administración que cuide a sus ciudadanos.
Claro, que esto es una visión distópica de la realidad:
apenas hay servicios comunes, ni transportes comunes, a la conurbación (o
mancomunidad). Todos los días se desplazan miles de alumnos, en recorridos no
mayores de 2 km en decenas de autobuses que recorren los caminos agrícolas (no
hay circuitos peatonales y ciclistas que unan los barrios). Llegar al hospital
comarcal desde cualquier población, para una persona mayor, sin apenas
transporte colectivo, es una odisea. También ir al banco (ya no quedan oficinas
en algunos pueblos), ir a la farmacia, y seguramente, pronto ir a comprar a los
pocos comercios que no están en Gandia, Tavernes u Oliva.
En las grandes ciudades (incluso en las de menos de 170.000
hab.) se discuten cuestiones como ciudad 15’, es decir, que un ciudadano tenga
a menos de 15 minutos a pie todos los servicios básicos, como el centro de
salud, la escuela, el banco, el comercio, un jardín público, etc. Aquí, tan
sólo nos quedan los ayuntamientos y los huertos, pues lo otro cada vez menos y
más alejado. Entonces,
¿Por qué ese empeño en dilapidar los dineros públicos en
obras e infraestructuras más propias del siglo XX, que del XXI? ¿Aún no hemos
aprendido que el siglo XX y sus grandes obras, están provocando la mayor
catástrofe medioambiental de la historia de la humanidad, que es el cambio
climático? Todas las administraciones hablan de la sostenibilidad, de la
movilidad urbana sostenible, del kilómetro cero, hasta la saciedad, hasta
hartarnos de tanto discurso y sermón. Pero, cuando llega la hora de la verdad,
de disponer de los limitados recursos que generan nuestros impuestos, se
decantan antes por una carretera que por un tren (el Gandia-Denia), o que un
autobús (el urbano que debería conectar todos los pueblos de la Safor), o que
un paseo o carril bici.
No se extrañen pues, que a las siguientes elecciones, cada
vez haya más deserciones de ciudadanos comprometidos, pues los “en teoría”
partidos del pueblo llano, lo han abandonado. Calzonazos!!!
J.M. Garcia,
agosto 2022