ARBOLOFOBIA
No
de otro modo se puede entender la relación que el Ayuntamiento de Oliva tiene
con los árboles.
Esta
semana se han cortado y arrancado las moreras que flanqueaban un lateral de la
Via de Ronda, en la playa. Motivo: levantan las aceras, estropean los conductos
de agua potable…
Con
ello, la playa de Oliva pasa a liderar el dudoso ránquing de “arbolofobia”,
pues, en toda su extensión, desde el sector 5 de Aigua Blanca hasta el 19 junto
a Terranova (más de 3,5 km), que constituye el núcleo principal de urbanización
junto al mar, no hay NI UN SOLO ÁRBOL de sombra en las calles. Solamente
algunas palmeras, y algunos (pocos) árboles en plazas o zonas verdes. A los
peatones QUE LES DEN.
En
el casco antiguo de la playa, urbanizado hace más de 50 años, con aceras
estrechas y densamente edificado, en donde el coche domina los viales, aún se
podría entender que esto suceda. Pero en las nuevas urbanizaciones, desde los
años 90 del siglo pasado, algunas promovidas por el mismo ayuntamiento, con
aceras de anchos superiores a 2 m en algunas avenidas, el que no se haya
previsto poner arbolado en los viales, tan sólo demuestra la “arbolofobia” con
que se titula este artículo.
En
una época en la que el cambio climático es protagonista -con el aumento de
temperaturas año tras año-, en la que las palabras “sostenibilidad”,
“calentamiento global”, “impacto ambiental”, y otras son auténticas
protagonistas del discurso político, no se acaba de entender el porqué no se
proyectan calles con árboles: reduce el calentamiento en las superficies y por
tanto la temperatura ambiente, refresca al paseante que es (debería) ser el
usuario principal de la calle, reducen CO2 y con ello contribuyen a la limpieza
de la atmósfera… todo son ventajas bioclimáticas.
“Por
vuestros hechos os conocerán” dice la máxima. También es signo de los tiempos: mucho
predicar y poco practicar.